Conectarse a la inteligencia curativa más alta
Quienes hayan asistido a nuestros retiros me habrán escuchado hablar de una profunda inteligencia curativa que funciona en el trasfondo de nuestras vidas. Además me habrán escuchado sugerir que la mayoría de las enfermedades que sufrimos (a menos que sea el resultado de una infección) resultan de una interferencia con esta inteligencia innata.
Esta semana quiero hablar un poco más de esto.
Para empezar, ¿qué es esta inteligencia?
¿De qué hablo cuando digo, – entregue el ‘yo’ y la voluntad personal a una inteligencia más alta, un principio más alto-?
El cuerpo tiene una inteligencia cuya natura es de mantenerse perfectamente en equilibrio, para que la información contenida en el ADN siga sosteniendo el funcionamiento del cuerpo hasta que se agote naturalmente con el fin de la vida.
Ya sea si llegues a este momento en plena salud, y des el último suspiro a una edad avanzada, o si experimentes varias formas de degeneración antes de la degeneración inevitable de la vejez, es básicamente consecuencia de hasta qué punto hayas interferido con esa inteligencia natural e innata.
Ya os he dado numerosas indicaciones de cómo la mente es, con diferencia, el factor principal en afectar cómo funciona esta inteligencia superior. La comida y el ambiente también son factores coadyuvantes en el funcionamiento armonioso o disfuncional del cuerpo; no obstante es la mente que nos perturba más que cualquier otra cosa.
Todos somos capaces de vivir imprudentemente y claro, si llevamos una vida extremamente temeraria podemos dañar irremediablemente el cuerpo en otras maneras a través de esta negligencia; pero poca gente se da cuenta de las maneras innumerables en que las fluctuaciones conscientes e inconscientes de la mente nos perturben o nos sostengan. Si os queda cualquier duda sobre los efectos desestabilizadores de la mente sobre el bienestar general, intentéis pasar dos días consecutivos sin dormir. Es realmente preocupante la rapidez con que el sistema fisiológico empieza a descomponerse si no tomemos un descanso de la mente errática e irascible y la energía que produce.
Cuando se mira afuera y se ve toda la vida que está por todas partes, se ven los árboles y la natura con todos sus procesos, se da cuenta de que no se trata de una inteligencia activa. No hay una inteligencia activa que piensa -ahora llega el tiempo de la primavera, a lo mejor deberíamos empezar a dejar crecer hojas, y qué opinas si hoy los ponemos de este color, ah no, ya no me gusta, quiero cambiarlo-. No. No es una inteligencia activa. Se trata de una reacción pura. Es perfecta. Cada vez está a tiempo y la respuesta a lo que está pasando siempre es perfecta. Ahora bien, esa inteligencia sostiene perfectamente la vida – y sostendría la tuya también si la dejaras.
Pero como humanos tenemos la buena – y la mala – fortuna de poseer esta capacidad de ser conscientes de nosotros mismos, como una entidad diferenciada. Y esta consciencia conlleva el supuesto erróneo de que estamos apartes de cualquier otra forma de vida. Esta capacidad para la auto-consciencia prolifera con el tiempo, desde la sensación básica de consciencia de sí mismo hasta la creación de una idea de nosotros mismos que vuelve cada vez más elaborada. Y al entorno de esta idea de nosotros mismos interpretamos lo que llamo nuestra pantomima, como manera de sostener esta idea de nosotros mismos y proyectarla al mundo. Hasta que al final mucha de la energía de nuestra vida se consume con nuestros esfuerzos para mantener y proyectar la persona que nos imaginamos ser en el mundo. Poco a poco nos volvemos cada vez más acondicionados por este papel intricado que interpretamos. Nuestros actos, nuestro comportamiento, nuestros pensamientos, nuestras opiniones; todos dependen de esta idea de quién me creo ser. Así que, aferrándonos a estas ideas, nos comportamos de cualquier manera que nos permitirá sostenerla.
Mientras tanto, en el trasfondo, detrás de toda esta masa de «auto-creación», seguimos siendo un ser humano ordinario como cualquier otro.
Utilizo la palabra ‘yo’, solo para dejarlo sencillo. Motivados por esta idea de nosotros mismos y el «yo» que toma forma al alrededor, vivimos una vida deliberada, motivada por nuestro condicionamiento egóico, con el fin de conseguir el amor y el reconocimiento que creemos querer, necesitar, merecer. Luchamos para ganar buenas opiniones de la gente de quién buscamos admiración: que nos considere en la manera que queremos.
Así que con el paso de tiempo estos esfuerzos para proyectarnos deliberadamente en el mundo vuelven más o menos alineados con la inteligencia más profunda detrás de nuestras vidas.
Por lo tanto, la manera en qué interpretamos esta pantomima nuestra forma gran parte de lo que llamo la interferencia en el sistema natural y el orden natural que está sosteniendo nuestras vidas.
Y todo aquél a qué nos aferramos o reaccionamos está relacionado con nuestra experiencia de esta perspectiva personal. Esta idea, este sentido del «yo» es el factor condicionante fundamental detrás de nuestra manera de pensar, reaccionar y actuar.
Mientras estamos continuamente estrechos de miras, limitados por el lente a través del cual miramos el mundo, volvemos tan absortos en nuestra visión personal del mundo que es posible no detenernos bastante tiempo para prestar atención de verdad a lo que nos está pasando y cuánto conflicto se puede haber internamente.
En la práctica de la meditación Vipassana, trabajamos para desmontar estas ideas de nosotros mismos y ceder este apego obstinado a las opiniones que nos limitan y condicionan. Abrimos la mente para que el lente se amplia y comenzamos a tener una perspectiva cada vez más amplia. Y cuando empezamos a reflexionar sabiamente sobre nuestra vida y la naturaleza de la vida en sí, poco a poco nuestra insistencia en agarrarnos a la pantomima se puede difuminar o disminuir por etapas. Con el resultado de que, con el tiempo nos convertimos en un ser cada vez menos condicionado, y más una expresión de la inteligencia vital en sí. Nos liberamos del condicionamiento que nos mantiene en conflicto con la vida.
Si se toma un cristal, y se dejan caer en el cristal rayos del sol, ¿Qué resulta?
Hay un arco iris.
Y, ¿qué determinará si sea un arco iris bonito o no?
La claridad del cristal, y también la calidad de la superficie de la pared.
Ahora bien, este arco iris es un símbolo para nuestra pantomima. Es la proyección de nosotros mismos en el mundo. Y pasamos la vida a ciegas, dándole brillo al cristal para que quede perfecta el arco iris. -Así quiero que parezca. Así quiero que el mundo me vea.-
Y puede ser que intentamos darle brillo a la pared, con la esperanza de que el arco iris se mejore. A lo mejor nos damos cuenta de que si sacamos brillo al cristal, que es el filtro a través del cual pasa la luz, podemos afinar la pantomima. «Ah, mira mi arco iris. Ahora lo tengo cómo lo quiero. Ahora a todos les voy a gustar como quiero.»
Pero, ¿hay alguna relevancia verdadera? Y, ¿qué es este cristal exactamente? Es algo que distorsiona la luz, y el arco iris no es sino un reflejo de ésta distorsión.
Pero, ¿qué pasaría si se quitara el cristal, qué habría?
La pura fuente, el verdadero origen del arco iris, se revela como algo espontáneamente presente; como una luz clara.
Ahora bien, este fuente del arco iris, la luz clara, la esencia desde la cual aparece, es la esencia de tu ser. El cristal no es sino lo que ponemos en medio. No hay nada de mal en tener allí el cristal. Es una expresión de nuestra experiencia personal de la vida, y a este nivel sigue siendo válida. El problema no reside en la apariencia del cristal o el arco iris, sino la manera obstinada y confusa en que nos identificamos con ellos, en vez de darnos cuenta de que no es sino un juego de luz. Aunque valga la pena empeñarse de alguna manera, no deberíamos perdernos en la idea de que es realmente lo que somos en esencia. Cuando nos perdemos en la ilusión creada por nuestra pantomima, nos perdemos en el arco iris y olvidamos nuestra esencia. Sin embargo, si podemos quitar el cristal durante un rato, ¡es posible que empecemos a ver la luz clara que es el fuente de lo que nos creemos ser!
Ahora bien, esta luz clara está por todas partes. No es solamente algo detrás de ti, que reluce por el cristal y produce el arco iris tuyo; está detrás de todo, reluce por cada cristal, produce cada arco iris. Y sin el mínimo esfuerzo hace que toda la naturaleza se materialice. Y lo consigue sin cualquier fricción o conflicto.
Bueno, la capacidad de hacer materializar cosas desde esta esencia básica y clara es tan abrumadoramente poderosa que en cualquier lugar en este planeta dónde puede crecer algo, crecerá.
Aún en el sitio más estéril al lado de una piedra se encontrará algún tipo de musgo.
Dondequiera que se mire hay algo manifestándose, hay vida. Y el poder de esta vida es inexorable. No se puede cortarlo por mera voluntad. Y es el mismo poder que sostiene tu vida. Qué tanto puedes acceder esta energía como el soporte activo de tu vida depende de qué tanto estés entrometido, como resultado de tus intentos para imponer to voluntad sobre el mundo. Ahora bien, mientras estamos apegados obstinadamente a este punto de vista de la personalidad, la vida será un esfuerzo de voluntad. Y rápidamente nos cansa. Sin embargo, si puedes disminuir tu apego a esta idea y empezar a confiar en el principio propio de tu vida, se eliminará esa resistencia y encontrarás que todo empieza a reorganizarse.
La inteligencia siempre está allí y la única razón por la cual no funciona perfectamente en apoyo de tu vida es que estás entrometido. Ahora bien, no sabes metabolizar la grasa en el hígado, o con qué rapidez debe batir el corazón, o cómo enfocar el cristalino del ojo para mirar algo cercano o lejano. Pero tienes la capacidad de hacer estas cosas perfectamente. Esta inteligencia que sostiene la vida es mucho más fuerte que cualquier cosa que podrías imaginar.
Pero no nos confiamos en ella.
Así que cuando te pido sintonizar con la quietud, primero pido que sientas la quietud en el cuarto, como algo con qué entrar en resonancia, ya que es calmante sentir algo apacible. Sin embargo, hay más que mera quietud allí. Si algún día podrías conseguir Samadhi y sentir la quietud que te rodea, sentirías esa luz clara que está por todas partes. Y el poder en esa luz clara es el poder que sostiene toda vida.
Y, ¿qué es su característica? ¿Qué es su sabor único?
Es el amor. Es el amor puro.
Ese deseo para nacerse, a sus raíces, es puro amor. Y en cualquier lugar del planeta, por todas partes del planeta, dentro de cada cosa que hay, solo se sienten dos cosas. Hay vida como la expresión de este amor y ¡hay vida como la expresión de no conocerlo!
Y la vida que llega a ser y no reconoce ni conoce ese amor, ni sabe alinearse con él, tiene que encontrar la fuerza para sostenerse para sí mismo. Esto es la vida como una expresión de voluntad personal. Si se reflexiona sobre el mundo humano, se da cuenta de cómo la vida se manifiesta como una expresión de esa voluntad personal.
Y más allá, hay la expresión de vida que se sostiene sin esfuerzo.
Ahora bien, no hay ninguna cosa en la natura que se descompone y se deteriora de tantas maneras como hace la vida humana. Y es porque no existe nada en la natura que recibe tanta interferencia como nuestra vida humana.
Así que, reflexiona sobre eso mientras te alineas con la quietud. Porque es algo mucho más que mera quietud. Los científicos de la física quantum se han dado cuenta del poder contenido en el espacio vacío. Lo han cuantificado. Ahora no es simplemente algo sobre qué insisten los místicos. Con la física quantum se ha encontrado la energía en el espacio vacío, y no es solo un poquito de energía. Ellos mismos, los científicos quienes antes eran los cínicos, acaban de llegar a la conclusión de que la energía en el espacio vacío es más que la energía en toda materia, por 10 a la cuarentésima potencia (10^40). Pero, ¿eso que significa? Significa que dentro de un metro cúbico de espacio vacío hay suficiente energía para hervir todos los océanos del planeta. Y, ¿cuánto te hace falta para que te reorganices? Ni siquiera un solo respiro si podrías alinearte de verdad. Y la única razón por la cual no te puedes alinear es que estás entrometido.
En cuanto se quita del medio el cristal sólo queda la luz clara. Así que, no te pierdas en tu arco iris, pensando que eso es el milagro. El hecho de que estás aquí, eso es el milagro. Piénsalo. Lo sabes. Date una mirada a lo que vives cada día, y lo insondable que es. Y pregúntate si lo das por sentado completamente, sin parar para preguntar – ¿como demonios pasó eso?- Hay tanta inteligencia innata en el espacio a que te alineas. Y eso es el poder que te puede curar.
Hay gente que participa en nuestros retiros que está enferma de verdad; le queda poca energía, necesita que pase algo extraordinario, y no tiene la capacidad dentro de sí mismo para hacerlo solo. En estos momentos su energía, movido solo por el yo, no va a salvarle la vida. De esta gente, quién recibe curación es quién encuentra esa quietud y se conecta con lo que contiene, se quita del medio, dejando que pase algo completamente extraordinario. Ahora bien, estamos acostumbrados a tener una actitud bastante cínica frente a tales cosas: lo que no podemos ver o cuantificar o definir en términos concretos y mecánicos, tenemos la tendencia a negar.
-¡No! Es puro palabrerío.-
Seguimos hablando de algo que pasó hace veinte siglos, cuando Jesús curó a un ciego – lo llamamos un milagro. Sin embargo este tipo de curación ocurre todo el tiempo; pero estamos tan indiferentes hoy en día que nunca paramos para reflexionar por qué ocurre.
Bien, ¿por qué os digo esto? Porque frecuentemente estamos tan metidos en la locura de todo que surge en nuestro alrededor, tenemos la sensación de que es todo tan importante, que ni siquiera podemos empezar a conectarnos con lo que esté pasando en el trasfondo, más allá de la mera apariencia de las cosas. Sin embargo, en cuanto empecemos a mirar más allá, en este momento empezamos a sentirnos dispuestos a ceder ese control obstinado que antes queríamos mantener. Y en cuanto empecemos a ceder ese control obstinado, en este momento empezamos a abrirnos a algo más. Y cuánto más lo cedemos, más nos abrimos. Y con tiempo, llega un momento en el que, al conectarse solo por un momento, solo durante unos segundos, pasan cosas extraordinarias, fuera de nuestras expectativas. Y ya pasó una y otra vez.
Ahora bien, esto no es el campo de trabajo de la meditación regular. El campo de trabajo que aprendemos cuando hacemos retiro por primera vez, es la sofisticación gradual de la mente inferior para que la interferencia que produce nos sea menos perjudicial. Se trata de la afinación de nuestro carácter y la rendición de los hábitos negativos. De hecho, el acto de fomentar hábitos positivos es el refinamiento del arco iris, y por supuesto puede llevar a la reducción de conflicto o fricción en el sistema. Mientras pulimos el arco iris, la difracción de la luz se disminuye, ya que hay menos interferencia y más confluencia con la inteligencia sutil que existe en el trasfondo de la vida.
Paso a paso esta inteligencia inferior del ‘yo’ se inclina cada vez más hacía la inteligencia pura que yace en la base del corazón, detrás del surgimiento y el desvanecimiento de la mente acondicionada. Este es el estado claro en el cual entramos cada noche al irnos a dormir, con el resultado que nos sentimos totalmente renovados. Pues, allí está ante nuestros ojos: ¿por qué necesitamos dormir? Porque tenemos que dejar de interferir durante un tiempo suficiente para poder reorganizarnos de nuevo, a consecuencia del caos que causa la mente cada día. Y, ¿qué hacemos exactamente mientras dormimos?
Absolutamente nada. Y, ¿qué obtenemos? Todo lo que necesitamos. ¿Por qué no lo entendemos? Ya se ha comprobado científicamente que es mejor estudiar unas horas y luego dormir ocho horas que estudiar hasta altas horas de la noche y solo dormir 4-5 horas. De hecho, ¡habría una mejora de 60%! * (*Matthew Walker “Por Qué Dormimos” Penguin 2018.)
Somos bendecidos con esta percepción y la capacidad de participar con concienciación. ¿Por qué no basta? ¿Por qué sentimos la necesidad de añadir y entrometernos tanto con la mente?
Pues, a mi parecer, la vida es un verdadero milagro – sólo mirar con los ojos al mundo, oír los sonidos aún sea durante un solo respiro, si no lo habías hecho antes, valdría la pena pasar 9 meses en el vientre para hacerlo. Así que, ¿por qué lo tenemos que manipular, controlar, poseer, haciéndonos un lío como siempre hacemos? ¿Por qué no es suficiente solo participar en este proceso extraordinario? Mira cuánto falta para satisfacernos estos días. Mira cuan insatisfecha está la humanidad. Cuando miramos allí fuera y vemos lo que está pasando; basta solo contemplarlo. Pero no lo sentimos con bastante intensidad para que sea suficiente de verdad. No entramos en ello suficientemente. Solo dejamos que pase a nuestro alrededor. Dejamos que pase esta vida extraordinaria, y decimos – Dios, qué agotador que es la vida.- En vez de reflexionar: -¡Mira esto!- Pues, ¿es impresionante, no? Si de verdad nos paramos para pensarlo. Y aquí estamos en la cima, con las facultades más afinados, con el estado de conciencia más avanzado, y un cuerpo físico extraordinario. Y mira cuan fácilmente nos sentimos miserables. ¿Por qué? Porque nos apegamos tanto, deseamos tanto, que nunca estamos contentos con lo que ya tenemos.
¿Puedes empezar a ver por qué, al no apegar tanto, al no desear tanto, sería mucho más fácil ser feliz? No sería aburrido, sería extraordinario, ya que es todo extraordinario. Así que, PARA, de vez en cuando en la vida, aún en medio de la locura, y empieza a alinearte con lo que hay detrás de la marcha frenética de la mente inferior.
Esa quietud nunca falta, nunca no está. Estaba allí antes de que entraras en el cuarto, está allí mientras estás ocupado en leer todo esto y pensarlo, está allí mientras te paras en el andén esperando el tren para ir al trabajo. Está allí, un solo paso detrás del surgimiento y el desvanecimiento, el surgimiento y el desvanecimiento, y siempre es perfecto, nunca tiene la más mínima mancha. Y contiene la potencial pura, capaz de dar vida perfectamente a cada cosa. Y contiene la potencial pura para poner en equilibrio cualquier cosa que sea desequilibrada.
Intenta acercarte a ello, tocarlo de alguna manera, empieza a adentrarte en ello, deja que te sostenga. Eso es la liberación que ansía el corazón, no la obtención de tus sueños más descabellados. Lo que ansía el corazón es que se lo deje en paz durante suficiente tiempo para que pueda descansar en la quietud y recobrar el aliento. Para que de verdad puedes estar vivo en ese momento… está allí ahora. En toda su sencillez. Está allí en el espacio entre el surgimiento y el desvanecimiento, entre el ir y venir de las cosas, en cada momento. Y cada vez que se entromete la mente, ya se lo perdió. Solo estás vivo en parte. Mientras la mente te abrume totalmente, apenas estás vivo.
Cada vez que piensas en lo que vas a hacer luego o lo que acabas de hacer, ya se lo perdió. Cuando piensas, pierdes la consciencia. Cuando dejas de pensar te vuelves consciente… Ahhh.
Y el poder de esa consciencia pura para reorganizarte, reanimarte, resucitarte, revitalizarte, es inmenso. En cuanto dejas de luchar, desear, necesitar, y empiezas a estar totalmente presente, ya estás. Y desde entonces, lo que hagas será por elección, será un regalo. No algo que te esclavice. No algo que debes hacer, no algo sin el cual tu vida sería incompleto. Es un regalo.
Así que, no te olvides del espacio.
El espacio entre lo que está pasando. El espacio del cual todo surge. Allí está donde el corazón se reposa.
¡Qué maravilla!
¿Lo sientes?
Cuando piensas, pierdes la consciencia. Cuando dejas de pensar te vuelves consciente…
Pregúntate en ese momento, cuando estás en ese espacio. ¿Hay cualquier sensación de que falte algo?
Recuérdate… Solo hay amor. Y el no conocerlo.
Hmmmmm. Así que, trata de encontrar esa quietud, el espacio, y la paz que yace dentro… Porque está allí donde reside la inteligencia curativa más alta.